La Vida es una Colección de Recuerdos,
como una Colección de Estampillas Postales
Soy hijo de un par de maestros que involuntariamente se convirtieron en comerciantes.
Corría el año 1969 y la costumbre era que los maestros de Nicaragua suplieran a sus alumnos los textos que usarían en sus clases, pero ese año el Ministerio de Educación prohibió que los maestros realizaran dicha actividad. La disposición ministerial fue recibida tardíamente y mis padres, junto a varios colegas, ya contaban con un bonito inventario de libros, los cuales no podían devolver.
La única forma en que los maestros podrían recuperar el dinero invertido era creando un establecimiento comercial que fiscalmente fuera independiente del magisterio y mis padres lo hicieron. Nuestra casa no era muy diferente de las que ahora llaman viviendas de interés social y fue así que, sin más ni más, nuestra diminuta sala de estar se vio invadida por una pequeña pero pesada vitrina de madera, que doña Tina Novoa les vendiera al fiado, y por un no menos pesado estante que doña María Antonia Sotomayor les obsequió.
Escoger un nombre no fue muy sencillo que digamos y fue así que después de mucho cavilar mis padres optaron por tomar el título del primer libro que vendieran, el cual resultó ser la "Ortografía Funcional" y es por eso que la librería de mis padres se llama: "Librería Funcional".
Al año siguiente tomaron un préstamo bancario y mi papá hizo la primera de muchas remodelaciones. Sucede que para los compradores entrar por la puerta de mi casa no era muy cómodo que digamos y fue por eso que se vieron en la necesidad de modificar la fachada. La pequeña puerta se convirtió en un portón y fue así que la apariencia de mi casa empezó a alejarse de su propósito original, mi hogar se empezó a transformar en un muy formal establecimiento comercial.
El crecimiento de la Librería Funcional tuvo lugar debido a varios factores, el principal de ellos es que mis padres eran maestros y eso les facilitaba promocionar los textos dentro del gremio. Las grandes librerías de Managua como la Recalde, la Cultural Nicaragüense, la Cervantes, la Bolívar y Zambrana, de inmediato valoraron el potencial que tenía la pequeña librería de este par de maestros de provincia y no dudaron en otorgarle, al crédito y sin mayores garantías, los libros que ellos requerían.
Ninguna de las instalaciones físicas de dichas librerías sobrevivieron al terremoto de Managua de 1972 y sólo tres de ellas reanudaron operaciones.
El terremoto provocó una escasez de material escolar y mis padres empezaron a suplirse a través de librerías ubicadas en el vecindario centroamericano. Para ello organizaban dos viajes de trabajo al año. Eran viajes de trabajo y viajes familiares al mismo tiempo, ya que mi hermano y yo solíamos ir también.
El primer país que visitamos fue Costa Rica. Ese viaje no produjo los resultados deseados porque mis padres consideraron que el costo del material escolar que ahí vendían era demasiado alto para el bolsillo de los padres de familia de Chinandega. Después organizaron un tour que incluyó El Salvador y Guatemala, el cual sí fue exitoso.
Los que vivimos según el calendario escolar contamos con tres períodos vacacionales. Unas vacaciones grandes de dos meses, la Semana Santa y unas vacaciones de medio año de dos semanas.
Ya en El Salvador, tampoco nos deteníamos en San Miguel porque el objetivo era llegar a San Salvador a eso de la media noche. Al día siguiente empezaba el recorrido por las librerías. Hacíamos las compras y las dejábamos porque la idea era pasarlas recogiendo en el viaje de regreso. Una vez concluidos los recorridos por San Salvador partíamos rumbo a Guatemala.
Solíamos cruzar temprano el puesto fronterizo de La Hachadura porque teníamos que llegar a Ciudad Guatemala a más tardar a las diez de la noche. De Guatemala ya salíamos con cierta cantidad de mercadería, cantidad que se incrementaba cuando recogíamos todo lo que habíamos apartado en San Salvador, desde donde salíamos muy temprano porque teníamos que llegar al Guasaule antes de las cinco de la tarde para poder estar en Chinandega a eso de las siete de la noche.
En las vacaciones de medio año íbamos a Honduras. Nuevamente, salíamos por el Guasaule y llegábamos a Tegucigalpa a eso de las cinco de la tarde. Hacíamos las compras y nos regresábamos.
Recuerdo que el trámite aduanero era relativamente rápido porque en el Guasaule había agentes aduaneros especializados en atender a los pequeños comerciantes que entraban a Nicaragua con mercadería.
La Librería Funcional creció y ya para 1975 era el distribuidor exclusivo de la Librería Cultural Nicaragüense y atendíamos los departamentos de León y Chinandega. El negocio iba viento en popa y en tal magnitud que mis padres empezaron a acariciar la idea de manufacturar uno que otro artículo de oficina.
La Librería Funcional creció y ya para 1975 era el distribuidor exclusivo de la Librería Cultural Nicaragüense y atendíamos los departamentos de León y Chinandega. El negocio iba viento en popa y en tal magnitud que mis padres empezaron a acariciar la idea de manufacturar uno que otro artículo de oficina.
La Librería Funcional logró sobrevivir la guerra del 78-79, logró sobrevivir la embestida de la guerra de los 80's y, como el Ave Fénix, empezó a resurgir a partir de 1990.
En la actualidad, la Librería Funcional sigue siendo el principal proveedor de libros y textos para escolares de la ciudad de Chinandega.
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La Escuela de las Estrellitas
autor: ¿?
traducción: José Luis Orozco
℗ 2000 Arcoiris Records, Inc.
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Primera Estampilla: De vuelta a clases
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