Y Sísifo subió la piedra, pero la vida bien vale un castigo y por eso mismo ahí mismo agarró otra porque... ¿qué sería de Sísifo sin su piedra? ¿qué sería de la piedra sin su montaña? ¿y qué sería de la montaña si no fuera ella de cuesta arriba? ¿qué sería de la vida si esta fuera de cuesta abajo y de rodada? La piedra y la montaña bien valen: el canto de las aves que alegran las primeras luces de cada mañana, el sudor en la frente, el calor estival, la insolación incandescente de un medio día radiante y tropical, la fresca brisa de la tarde, las frías lluvias vespertinas, y bien vale todo eso la nocturna penumbra que la luna derrota, el lejano titilar de las estrellas, la citadina iluminación, cotidiana y artificial, la incertidumbre, el silencio, los grillos y su monótona nota, el rocío que la madrugada condensa de gota en gota, un beso, una sonrisa, la esperanza que nace cada día con cada uno de nuestros "Buenos Días" Un vaso de leche, una taza de té o de café, una naranjada, huevos revueltos, gallo pinto, la tortilla… apenas calentada en comal casero de barro antiguo, o bien, en uno de moderno de reluciente acero. Venga otro beso y que venga otra sonrisa, que al fin y al cabo que ni la piedra ni la montaña parecen hoy tener demasiada prisa. La piedra y la montaña, bien valen todo eso porque de eso se trata la vida, vida que se renueva con cada nuevo día, con la piedra y con la montaña, con la inevitable subida que ineludiblemente va siempre ¡Cuesta para Arriba! |
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... y Sísifo subió la piedra
Noé Palacios
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