Sus
vidas son como la historia del planeta.
Cada
una tiene su propia particularidad,
y no
hay planeta alguno que se le parezca.
Si
alguien vivió inadvertido
y su
inadvertencia prefirió,
él fue
interesante entre las gentes
con
quien su inadvertencia compartió.
Cada
quien tiene su mundo personal y secreto.
Habrá
en su vida el instante más maravilloso
y
tendrá en su vida la hora más amarga,
pero
todo esto nos es desconocido.
Si
muere una persona,
con él
muere la primera nevada,
y el
primer beso, y la primera batalla…
Todo
eso se va con él.
Sí,
quedarán los libros y los puentes,
las
máquinas y los lienzos de los pintores,
sí,
muchas cosas podrán quedar,
pero de
todos modos, con ellos … ¡algo se va!
Esa es
la ley del inmisericorde juego.
No son
personas, sino mundos los que mueren.
Recordamos
a las gentes, pecadoras y terrenales.
¿Pero
que sabíamos de ellos en verdad?
¿Qué
sabemos de nuestros hermanos, y de los amigos?
¿Qué
sabemos de su individualidad?
Y sobre
nuestro propio y amado padre
nosotros
sabemos todo, y no sabemos nada.
Se van
las personas… y no las repondremos.
Sus
mundos secretos no renacerán.
Y en
cada ocasión
ante lo
irremediable… me dan ganas de gritar.
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No hay personas aburridas en este mundo Yevgueny Yevtusheko (1932-2017) Traducción Libre de Noé Palacios |
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