Escritos en Nicaragua presenta a |
Rubén Darío poeta universal
Darío tiene numerosas puertas de entrada. Cabe preguntarse ¿por cuál de ellas queremos entrar? La decisión queda a nuestro antojo, gusto o capricho. Se me ocurre ensayar varias propuestas. De seguro muchos estudiosos de su poesía tendrán muchísimas más. No lo pongo en duda. Sería un error.
Casi todos prefieren a Darío poeta, al niño prodigio que asombró a los leoneses desde su infancia con sus creaciones. Al que pedían escribiera versos para festejar la celebración de la Semana Santa, el poeta que deslumbró al mundo con Azul…su primer parto, publicado en Valparaíso en 1888. El alumbramiento le abrió las puertas de la poesía española, despegue y explosión del modernismo. Don Juan Valera se encargaría de testimoniar su grandeza. Un espaldarazo importantísimo.
Salió de Nicaragua aquejado de fiebre amorosa, con una espina clavada en su corazón. Un desasosiego que jamás le daría paz. Regresó a Nicaragua con el mismo padecimiento. No podo superar el impacto que le produjo la “Garza morena”. Chile, puerto de desembarque y anfiteatro de su gloria. El resto vino después. Darío poeta, reconocido, reconocidísimo.
Consagrado como estaba, dos grandes creadores de la lengua española, Pablo Neruda, chileno, y Federico García Lorca, granadino, se sumaron al coro. Discurso al Alimón (1933), su más grande homenaje. Neruda confesó que ninguno de los dos sospechaba que eran considerados poetas modernistas. Como miembros de su cofradía. Su canto se reprodujo en España en 1934. Hoy el Discurso al Alimón camina con luz propia por el mundo.
Otra puerta para acceder a su universo encantado, son los múltiples trabajos en prosa, feliz simbiosis de literatura y periodismo. Darío es fundador de la crónica moderna, junto con los poetas José Martí, cubano, y Manuel Gutiérrez Nájera, mexicano, acredita con documentos en manos, Susana Rotker, la musa de Tomás Eloy Martínez. Sus crónicas han sido compiladas por Jorge Eduardo Arellano y Gunter Schmigalle, quien llegó a Nicaragua animado con la intención de profundizar sus investigaciones darianas. Tuve oportunidad de conocerle en la UCA.
Nadie mejor para seguir los pasos de Rubén cronista que Schmigalle. Terco y sistemático, como todo alemán, continúa escudriñando infolios con el ánimo de ofrecernos nuevos hallazgos. Está convencido que encontrará nuevos textos de un creador que fiel a su arte poética sostine: “Cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho en cinta”. Apegado a este enunciado se pasó la vida escribiendo. ¿A cuánto asciende es el número de libros escritos por Rubén? Según algunos estudiosos son 49. ¿Quién ofrecerá el dato exacto?
Será el mismo Rubén quién reconocerá en su Autobiografía (1915), el papel determinante que tuvieron las crónicas para decantar su estilo. Él mismo se lamentaba de perseguir “una forma que no encuentra mi estilo”. El eterno buscador de esmeraldas, extraía oro en los socavones para devolvérnoslo tallado. Sus poemas, un dechado de orfebrería. Delicado y asombroso tejido, con el que encandiló al universo.
Darío en Los Raros (1896), se goza en dar a conocer en este lado del mundo, a los más grandes creadores de su época. Sin escatimar adjetivos les rinde admiración. Se siente atraído y subyugado por españoles y franceses, estadounidenses y cubanos. Son diecinueve creadores. Como testimonio de su propia grandeza, el poeta Carlos Martínez Rivas, manifiesta: “El raro era él”.
Otra grandísima puerta son las andanzas por los innumerables caminos del periodismo. El retrato más acabado se debe al maestro Edelberto Torres Espinosa. La dramática vida de Rubén Darío (1952), sigue siendo el tratado más completo para seguir el itinerario de sus vivencias periodísticas. El Ministerio de Educación incluyó dentro de los festejos del Primer Aniversario de su Nacimiento (18 de enero de 1967), la publicación de Rubén Darío Periodista.
Luego vendría Luis Cláudio Villafañe G. Santos, embajador de Brasil en nuestro país (2017-2022), a testimoniar su eterna presencia en la poesía universal. Su Divino e infame, Las identidades de Rubén Darío, (Penguin Random House, primera edición, enero 2023), resulta sugestiva, aleccionadora y polémica, no por eso menos interesante. Nos devuelve a un Darío rejuvenecido. Eterno. Muy siglo XIX, muy siglo XX y muy siglo XXI. La vocinglería y los escupitajos de los tontos no perturban su sueño.
El cronista, fundador de diarios y director de revistas, nuestro incansable Rubén, escribía como un endemoniado para subsistir. Sus crónicas tendían un puente entre dos continentes. Se erigía en el pináculo del género predilecto de los grandes cultores a lo largo del planeta. Darío vivió para la creación, pero comía de lo que le ganaba como periodista. Se trata de la antesala donde pulió su estilo. Proclamó en vos alta que vivía de los emolumentos recibidos de la mama Nación de Buenos Aires.
Darío el otro, víctima de los vaivenes de la política, angustiado, sin dinero, pobre, regresa a Nicaragua. Darío el otro, muy distinto y distante del Darío vestido de oropeles. El verdadero, liberal, anticlerical y nacionalista, como lo recuerda Erick Blandón, merece ser conocido en su lar patrio. Diferentes fuerzas políticas le han fabricado un lecho de Procusto. Un Darío hecho a la medida de todos, él sobrepasaba todas las medidas. Cada quien sirviéndoselo en bandeja de oro o plata. Todos los intentos por ofrecernos una imagen disminuida de Darío han fracasado.
Darío renovador del lenguaje, ese otro Darío presa de ataques, rencores y confabulaciones. El fundador del modernismo, víctima de celos y resentimientos, tuvo como defensor a campo abierto, al adelantado Luis Alberto Cabrales. El fundador de la Vanguardia nicaragüense se plantó frente a los infieles. En El provincialismo contra Darío (1966), demostró la superioridad de Rubén sobre sus encarnizados detractores.
Darío vino a reencontrarse con su tierra. Para entonces había logrado revolucionar el idioma castellano. Nadie ponía en duda su reciedumbre de poeta. Rubén Darío vino a Nicaragua solo a morir. Salió huyendo de la Garza Morena, solo al arribar esta continúo jodiéndole la vida. La disputa por apoderarse de su cerebro también fue motivo de inspiración para el laureado Lizandro Chávez Alfaro. Un pasaje surrealista.
Desde en vísperas de su fallecimiento (6 de febrero de 1916), se escuchaban salvas, cantos; le rendían homenajes, ahora siguen apareciendo nuevos estudios. Francisco Bautista Lara hace todo el recorrido —El último año de Rubén Darío, 2015— hasta la hora final. Los críticos continuarán escarbando su obra para dar fe de que estamos ante el más universal de los nicaragüenses. Nuestro más grande poeta, continúa vivo, mucho más vivo que nunca. ¡Salve Rubén! ¡Salve!
2 comentarios:
Gracias Guillermo.
Excelente perspectiva del más grande de los Nicaragüenses: Rubén Darío, gracias Guillermo!
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