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I ¡Déjame mirarte una vez más! No invoques a nadie. ¿Para qué pedir ayuda? De te nada servirá. Vos colgaste las fotografías, y no habrá persona alguna que pueda privarnos del goce de verlas cuántas veces queramos. Te muestras ansiosa. Deseando ser vista por todos. Alardeas tu belleza sin asomos de rubor. Diosa negra te proclamas. Crees que te sobran motivos. ¿Lo dices porque tienes el culo respingado? Luces tus piernas insolentes con el mayor descaro ¿Ardorosa pides ser poseída? |
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II Esparce tu cuerpo, siéntete consagrada. Muéstrate dueña de la pista. Gira tu cuerpo de nuevo hacia la derecha. No pares. Sigue, prosigue contorsionándote. Baja lentamente hacia el piso, mueve sin piedad tus caderas. Tus movimientos hieren mis pupilas. Todos dejan de bailar. Te aplauden. En ese momento te antojas libre. Suelta, resuelta, retadora, como prefieres aparecer y mostrarte en tus fotografías, desparramando lujuria sin temor a tus excesos impúdicos. Tampoco importa si fuese lo contrario. Muchos han visto tus imágenes y cómo yo, piensan lo mismo. |
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III El tono rojo encendido de tus labios y el color almibarado de tu piel ¡Una combinación explosiva! Luces seductora y embriagante, exhibes tu desfachatez y falta de escrúpulos, sin importar lo que puedan decir los barbilindos. Estoy seguro que sabes a manjar, a madrugada fresca. A sandía recién cortada. La próxima vez que te fotografíen abre un poco más la boca y sigue moviéndote, proclamando al viento tu libertad. ¿Acaso la tienes? Sigue desparramando tu sensualidad sobre la pista y como ave de presa continúa atrapándonos a todos sin clemencia, en la hora de nuestra hora, ¡Amén! |
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