miércoles, 18 de junio de 2025

Sabia y oportuna rectificación

Escritos en Nicaragua

presenta a

  Guillermo Rothschuh Villanueva

“…arrancar la Vicente Hurtado Catarrán, es como arrancarle el corazón a Juigalpa. La cultura y los años de historia y todo lo que tiene esa barrera, eso no se puede quitar. Es un ícono, un monumento a la cultura chontaleña”. 
Carlos Ortiz Carbajal. Costarricense

I.

La celeridad con que actuaron las autoridades decidiendo mantener las celebraciones de las fiestas agostinas en la barrera Vicente Hurtado Morales “Catarrán”, fue una sabia y oportuna decisión. En rueda de prensa manifestaron que invertirían lo que se requiriera para la seguridad de los asistentes, como acostumbraban hacerlo año con año. Estelvina Báez Castilla, alcaldesa municipal, estuvo el miércoles 30 de abril (2025) en sus predios supervisando el inicio de los trabajos de aseguramiento. Debido al cambio de local, las primeras protestas habían empezado a manifestarse. Algo esperado. No concebían que las festividades de mayor arraigo popular en Chontales, fuesen realizadas fuera de este prestigioso espacio. La Monumental Catarrán devino en sitio de consagración.

Era inevitable que la barrera Catarrán se transformara con el tiempo en referente inevitable de hacendados, finqueros, campistos, toros y toreros que asisten todos los agostos, atraídos por una fama bien ganada. Lo que mayor impacto causa a los visitantes son sus dimensiones. No concebían una barrera de semejante tamaño. Conviene repetir que su traslado de donde ahora está el Colegio Regina Mundi hacia Pueblo Nuevo, se hizo con el deseo de contar con una barrera más grande, que se convirtiese en imán y atrajera a personas de distintas latitudes. No solo los chontaleños se dan cita para estas festividades. Una costumbre transmitida de generación en generación, para garantizar que el hilo de continuidad quede asegurado, reafirmando sus vínculos con Chontales.
Vicente Hurtado Morales (Catarrán)
Chontales en mi memoria
Los juigalpinos aspiramos tener una barrera que siga marcando rumbos, una barrera que continúe convocando a millares de personas de toda Nicaragua y más allá. Cuando las bandas musicales comienzan a tocar los sones de toros empieza el despelote. Centenares de personas metidas en la barrera, devienen en parte del espectáculo. Algo común en las barreras nicaragüenses. Lo sorprendente es el número de metiches. Una complicidad genuina. Sin su presencia las corridas se verían disminuidas. A eso se debe el derecho que se asignan de protestar a las autoridades, al sentir que sus deseos no habían sido tomadas en consideración. ¿Olvidaron que la barrera Vicente Hurtado Morales Catarrán devino en símbolo? Mudarla de sitio rompería el corazón de millares de chontaleños.

Desconozco los motivos por los cuáles se descontinuaron los trabajos de su construcción. La alcaldesa Báez Castilla adelantó que si se acaso se construye en otro lugar, llevaría siempre el nombre de Catarrán. Algo que jamás dudamos. Catarrán es uno de los más altos representantes de la chontaleñidad. Doña Estelita Morales interpeló a la Alcaldesa. “Se nos lleva la barrera para otro lado”. La respuesta de la edil fue, “Ahí se la dejo”. Ojalá que sea para siempre. Sin afectar su tamaño, la barrera podría quedar en el mismo lugar. Las partes bajas de palco servirían para ubicar los vehículos de los asistentes. Esperamos un diseño similar al de las viejas casa-haciendas chontaleñas. Nosotros seguimos soñando con una barrera digna de nuestra grandeza ganadera. Una justa aspiración.

II

La barrera Catarrán y las montaderas de toros, en formidable simbiosis, constituyen la esencia de las fiestas agostinas. En 1963 sacerdotes encabezados por el italiano, Monseñor Julián Luis Barni, quisieron imponer sus reglas. La alcaldía municipal ese año confirió al Clan Intelectual de Chontales, el honor de hacerse cargo de la efeméride. Desde que Barni desembarcó en Chontales, llegó mal dispuesto con los miembros del Clan. En una actitud inesperada dijo que cerraría las puertas del templo. Deseaba doblarles el brazo y contraponerlos con la feligresía. Durante una década los miembros del Clan venían siendo acusados de comunistas y ateos. Especialmente su fundador, el profesor Guillermo Rothschuh Tablada. Eso no amilanó a nadie y la festividad siguió adelante.

En un intento por evitar que las montaderas se realizaran, Barni manifestó a los dueños de los toros —familias Rondón Sacasa, Gómez y Mongrío Rivas— que los encargados de los festejos no contaban con dinero suficiente para pagar si algún toro se quebraba. Mi padre puso la escritura de su casa como garantía. Las cosas no fueron a más. Era la primera vez que las celebraciones eran otorgadas a una institución. En años anteriores personalidades juigalpinas pagaban un derecho a la alcaldía, para hacerse cargo ellos mismos de la construcción del palco y la barrera. Una vez concluidas, palco y barrera eran derruidos. Esto continúo siendo así hasta que las autoridades edilicias decidieron que palco y barrera no serían derribadas una vez concluidas las fiestas agostinas.
Vicente Hurtado Morales (Catarrán)
Chontales en mi memoria
La determinación supuso dejar incólume su construcción, Pueblo Nuevo sentía orgullo de que el antiguo campo deportivo —en ese predio se jugaba el campeonato de béisbol de resonancia local— quedara transformado en el sitio donde se celebrarían para siempre las corridas de toros. El tamaño del palco fue creciendo hasta abarcar los cuatro costados. La fama de las montaderas de toros vino en aumento. Su repercusión alcanzó a todo el país. Los chontaleños eran conscientes de que las montaderas bañaban de prestigio a fincas y haciendas. Primero los montadores chontaleños y después de toda Nicaragua, empezaron a darse cita todos los agostos en la barrera juigalpina. Nombres de campistos, toros y montadores, una vez concluido el evento, andaban de boca en boca.

Este contexto sirve para comprender el celo que muestran los juigalpinos con las conmemoraciones agostinas. Están poseídos por un enorme engreimiento. La devoción religiosa y festiva catapultan su ánimo. El alto que hacen en sus trabajos en Estados Unidos, España, México, Costa Rica y Guatemala, encierra cómo único propósito, visitar a su familia y estar presentes en las festividades agostinas. No pueden obviarlas. Durante su niñez y adolescencia fueron marcados con fierro candente. Los llevaban de la mano a las festividades, para que estas quedaran adheridas a sus vidas como la flor al rocío. Pensarlo de otra forma constituiría un error. Las autoridades tuvieron el acierto de rectificar a tiempo. La decisión se corresponde con los más caros deseos de los chontaleños.

III

Los chontaleños nos sentimos orgullosos de las distintas barreras existentes en sus diez municipios. Solo en Juigalpa existen tres. La barrera de Rancho Lumbí, la más vistosa de todas, pertenece al municipio de Comalapa. A pesar de que únicamente montan el 25 de diciembre, sus dueños han venido efectuando cuantiosas inversiones. Un festejo ya institucionalizado. En Cuapa su exalcalde Melico Zelaya, construyó la suya con fondos propios de la comuna. En Juigalpa la Plaza Taurina Isabel y Humberto Mongrío acaba de celebrar a lo grande su Décimonoveno Aniversario y el Rancho de Juancho funciona ocasionalmente. Aun con todo, la barrera Catarrán, se alza como un estandarte. Es la barrera con la que se identifica todo un pueblo. Alma y nervio de las festividades.


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