Escritos en Nicaragua presenta a |
El segundo sol
Estrofa I y II He caminado por ruinas encendidas, donde los cantos se quiebran como espejos; he visto a quienes, temiendo sus reflejos, proclaman la fuga de formas perdidas. Mas yo levanto banderas erguidas: soy voz que despierta del mármol los viejos, soy llama que asciende, destruye consejos, y ciñe en su canto verdades debidas. Estrofa III Me han preguntado: ¿Qué sería lo moderno dentro de tu nuevo modernismo? “el movimiento se extinguió como estrella, su ceniza fue sembrada en los surcos del vanguardismo, y ya no queda sino la osamenta del canto.” —Mas yo escucho cada tanto en la penumbra el aleteo de los cisnes inmortales, el murmullo de torres azules que no cayeron, y sé que la belleza no muere: se transmuta, se viste de nuevos metales, y aguarda al segundo Sol para ascender— Estrofa IV Me han advertido: “cada poeta es isla que busca su propia voz e identidad, cada voz debe bastarse a sí misma, y la pugna es ilusión del orgullo.” Mas yo conozco la verdad inconfesa: todo creador ansía ser más que su sombra, cada verso devora la ceniza del anterior, y el poeta que niegue esa guerra secreta renuncia al fuego que lo forjará divino. Primer canto: Resuena en mí del trueno la armonía, Apolo enciende su lumbre divina, me ciñe al alma la fuerza que inclina del verso al mármol la antigua poesía. Levanto al aire la aurora que guía, renace el ritmo que nunca declina, y en clara llama la Musa destina mi voz a erguirse cual férrea elegía. Estrofa VI Invoco ahora al soneto, no como un relicario sepultado, sino como espada de oro, como un templo que nunca sucumbe. Que hablen Dante, Quevedo, Petrarca, que Shakespeare pronuncie desde su cripta: el soneto es orden en medio del caos, es la medida que vence al abismo. SONETO No muere el soneto, su lumbre perdura, custodia del ritmo, diamante encendido; su voz es relámpago nunca vencido, su huella es corona que al tiempo asegura. No muere el soneto, su férrea armadura despierta en la noche su brillo escondido; resuena en el aire su cantico erguido, y al hombre concede celeste estatura. Negar su vigencia es negar la victoria, negar la belleza que ciñe la rosa, negar la memoria que erige la historia. Mas yo soy el Sol, la palabra gloriosa, heraldo que enciende perenne su gloria, la voz que a los siglos retorna grandiosa. Segundo canto: No basta al arte vagar sin camino, la voz sin regla se quiebra en su herida, se pierde errante, se apaga vencida, y muere en sombras su canto mezquino. Mas yo proclamo un destino divino, rescato el orden, la forma encendida, renuevo el pulso, devuelvo la vida, y al hombre alumbro con fuego genuino. Estrofa IX y X Así proclamo con voz de batalla: Ningún poeta escribe solo para sí; cada verso pretende superar al día, cada palabra quiere vencer su sombra. Alejandro soñó nuevas ciudades, Atenea tejió razón en la guerra, Leonardo arrebató al aire su vuelo: Yo arrebataré al tiempo su canto. Yo seré el segundo sol, renovado creador del asombro, el que una la rima y la tempestad, aquel que devolverá al hombre el orden sagrado del canto inmortal. Tercer canto: Alzaré con mi fuego la cúpula del cielo, seré llama que nunca se extingue en la nada, mi palabra será como espada templada, mi destino será coronar con mi vuelo. Ni el olvido detiene mi férvido anhelo, ni la muerte somete mi voz consagrada; soy la antorcha que brilla, la aurora sellada, soy el Sol que renueva del tiempo su velo. |


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