Cuando iniciaba mi carrera de medicina, solía estudiar Anatomía Humana en el corredor de la casona de mis abuelos, donde colocaba una pizarra, una silla, una mesita con el libro y mis infaltables cigarrillos Alas sin filtro. La técnica de estudio comprometía todos mis sentidos, puesto que leía (vista), escribía (tacto), repetía en voz alta (audición), tomaba café y, en mi loca idea, fumaba para ayudar a la concentración (gusto y olfato).
Había jornadas de estudio que llegaban a las dos de la mañana, apoyándome de los famosos cuadros sinópticos que la profesora Victoria Calderwood me enseñara en mis primeros años de la secundaria, así como la inolvidable técnica de la palabra perchero promovida por el doctor Alfonso Romero. Quiero confesar que cuando mi provisión de cigarrillos llegaba a su fin, con andar felino me dirigía al cuadro de la imagen del Perpetuo Socorro, sabiendo que detrás de la venerada, siempre encontraba los cigarrillos de Mama Leonor, y sin que ella supiera tomaba prestado unos cuantos para terminar el estudio.
Una de tantas noches, mientras repetía en voz alta las características de los huesos del cráneo, escucho un reclamo que se originaba en la oscurana de aquel inmenso corredor.
―Ya has repetido varias veces que los huesos del cráneo son planos, ya me lo aprendí, ya debes pasar a otra lección.
Era la voz inconfundible de mi querida abuela, quien, sin yo saberlo, había escuchado todos los días aquellas interminables clases.
―Estoy repasando para que no se me olvide ―respondí.
―Me faltan tres cigarros. Hoy por la tarde compré medio paquete y solo hay siete cigarros, eso es que vos te los fumaste.
Dijo mientras revisaba su escondite, entre flores y candelas.
―No, Mama Leonor, yo no he tocado nada, ni sabía que guardaba cigarros
―¡Tomá ve…! ―me respondía, haciéndome su particular guatusa doble.
A pesar del reclamo, llegaba con los cigarros que aún permanecían intactos, halaba una silla mecedora, buscaba pacientemente un fósforo en mi mesa de estudio, encendía uno y me regalaba otro, mientras tomaba asiento con las piernas cruzadas. Parecía prepararse a compartir conmigo la vela que restaba hasta el final del tema en estudio. Sin embargo, la conversación me alejaba de pronto de los conceptos anatómicos para convertirse en un relato de historia familiar.
―Mi papá decía que así se aprende, repitiendo y repitiendo los conceptos. Así me enseñó a leer a mí, a Rodolfo y Laureano, mis hermanos, con el libro y una faja al lado. Su papá, mi abuelo, también le había enseñado de la misma manera, en un taburete cada uno, sentados a la orilla del lago en el puerto de San Jorge. No solamente nos enseñó las letras, también nos dijo quiénes eran sus padres, sus hermanos, sus suegros. Supe entonces que él había quedado moto en el parto vigésimo segundo de su madre y que había sido criado por su hermana mayor Sabina, por eso mi nombre es Sabina Leonor. Sus sobrinas, mayores que él, colaboraron en su crianza, lo chinearon y le preparaban sus pachas. Me contó sus aventuras, porque se hizo vago cuando era chavalo, se iba con unos amigos arreando ganado cruzando aquellos grandes ríos llenos de lagartos. Todas las noches me sentaba, con mi mamá, en la orilla de la puerta, a escucharle toda su vida, como si fuera un cuento. Nos quedábamos en silencio, sin interrumpirle aquellos dramas iluminados solamente por los viejos candiles y las chispas de los puros que encendía. Así como estamos hoy, solíamos conversar y supe tantas cosas de mis abuelos y los abuelos de Manuel. Terminó el relato junto con su cigarro, y me dijo:
―Seguí estudiando, voy a dormir...
Con el tiempo no solamente hablábamos por las noches, las lecciones de la historia familiar se repetían a toda hora. Entonces aprendí anatomía y mi árbol genealógico, todo gracias a que me descubriera robando cigarros…
11 comentarios:
Super bonito
Deacachimba
Deacaturca
Fantastico
Un abrazo grande
Una historia, de las inolvidables, con atrayente narración
Estimado Primo, he disfrutado mucho de esa historia llena de picardías y de maravillosa conexión intrafamiliar, esa que desgraciadamente hemos dejado muy atrás. Saludos siempre y felicidades por tu hermosa capacidad descriptiva…
Estimado Primo; gracias por esas historias preñadas de picardías, historias tan necesarias en estos momentos que perdemos muchas conectividad dentro de las familias. Perdimos ya; la necesaria y fundamental comensalidad; y otros muchos, como la conversación entre los más chavalos y los mayorcitos como Yo.
Muchas gracias
Muchas gracias
Muchas gracias primo, esta es la primera de la lista...
Muchísimas gracias por los comentarios
Excelente narrativa y contenido emotivo
Que muy bueno esta,haber convivido con tía Leonor te dio ese conocimiento de la familia que admiro mucho ,ya que sos la enciclopedia donde recurrir para saber más de muestro árbol Genealógico, saludes primo de nani.
Muy bueno,el haber convivido con tia Leonor te dio ese conocimiento de nuestro arbol genealógico, sos la enciclopedia donde puedo recurir para saber mas de nuestra familia, saludes primo.
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