sábado, 20 de septiembre de 2025

El Chacuatol: la metafísica cuántica

XII.- La Metafísica Cuántica

a Giordano Bruno [35]

La metafísica tiene el propósito de determinar la naturaleza real de las cosas, el significado, la estructura y los principios de todo lo que es, tal y como es.

En este capítulo abordaré temas relacionados con La Realidad, El Ser, El Saber, La Existencia y La Moral.


El autor

No puedo renegar de mis raíces culturales porque eso significaría rechazar todo el proceso cognoscitivo que me llevó a adquirir y estructurar la cosmovisión que ahora trato de compartir.

Recibí mi educación primaria y secundaria, 1971-1982, en el colegio San Luis Beltrán de Chinandega, Nicaragua. Institución administrada y dirigida por frailes de la Orden de los Predicadores Dominicos.

El colegio San Luis era un centro de estudios con una fuerte influencia en el espíritu de la teología de la liberación y su quehacer educativo se caracterizaba, por un lado, en la instrucción religiosa y, por otro lado, una instrucción con fuerte inclinación hacia la ciencia.

Siempre me he sentido más atraído por los asuntos de la ciencia que por los de la religión. Sin embargo, debido a su educación en la fe católica, siempre he sido respetuoso de los asuntos religiosos, aunque eso de ninguna manera signifique que tenga algún tipo de inclinación hacia ellos.

Por ejemplo, me considero un lector pasivo la Biblia, es decir que en muy raras ocasiones la he tomado en mis manos. Sin embargo, me atrevo a decir que la he leído pasivamente a través de las lecturas de los oficios religiosos de las misas dominicales. 

Todo esto creó en mi una dualidad, un conflicto existencialista entre la ciencia y la religión y por muchos años el autor sufrí a causa de dicho conflicto existencialista entre la ciencia y la religión.

Por un lado, la evidencia científica presentaba la historia del universo de una manera y, por el otro, las enseñanzas del credo católico contaban la misma historia, pero de otra manera.

Finalmente, ese conflicto existencialista terminó en el año 2015 durante el bautizo de mi sobrino en la catedral del Sagrado Corazón, Houston, Texas. Sucede que mientras esperábamos nuestro turno aproveché el tiempo para revisar los títulos de un sinnúmero de folletos que se exhibían en unos estantes en la sala de espera.

Para mi sorpresa, según el folleto “Fe & Ciencia – Creación & Génesis” [36], todo ese sufrimiento fue, no sólo injustificado, sino que, además, innecesario, ya que, en 1950, Su Santidad, el Papa Pío XII, en su encíclica “Humani Generis”, había resuelto, cuasi salomónicamente, dicho conflicto entre la ciencia y la religión. En la mismísima primera página de dicho folleto leí el siguiente párrafo:

Los católicos tienen la libertad de creer que la creación tomó unos pocos días o un período mucho más largo, de acuerdo con cómo ven la evidencia, y sujeto a cualquier juicio futuro de la Iglesia (la encíclica Humani Generis 36-37 de Pío XII de 1950). No necesitan ser hostiles a la cosmología moderna. El catecismo de la Iglesia Católica declara: "Muchos estudios científicos... han enriquecido espléndidamente nuestro conocimiento de la edad y las dimensiones del cosmos, el desarrollo de las formas de vida y la aparición del hombre. Estos estudios nos invitan a una admiración aún mayor por la grandeza del Creador".

Considero oportuno mencionar que, siendo estudiante universitario, traté de vivir la experiencia de la vida universitaria a plenitud y que, como parte de sus actividades extracurriculares, incluyó una suerte de rito, el cual no era otro que libar cincuenta gramos de vodka de cuando en cuando, con el único propósito entablar una que otra conversación sobre una variedad de asuntos, después de todo, el vodka desinhibe las ideas y la imaginación vuela en voz alta tratando de escudriñar el siempre misterioso origen del universo.

Una de nuestras mayores alegrías fue recibir la noticia de la publicación del libro del Dr. Stephen Hawking "Breve historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros" porque trataba sobre las pendejadas que revoloteaban en nuestras conversaciones después de los benditos cincuenta gramos de vodka. Por supuesto que ninguno de nosotros hizo los cálculos del Dr. Hawking porque no era nuestro campo de estudio, pero disfrutamos de la genuina alegría que tienen los aprendices, como lo éramos nosotros, cuando descubren que los conceptos que abordábamos no eran tan descabellados después de todo.

La cosmología, los agujeros negros y el Big Bang son temas fascinantes y este capítulo nació en el transcurso de aquellas noches de bohemia estudiantil en donde cada participante terminaba hablando de lo suyo, como mudos testigos de un monólogo en donde cada quien terminaba escuchándose a sí mismo. El tema embelesó al autor por muchos años y no en balde consideró a los agujeros negros como el fenómeno cosmológico más fascinante e intrigante de la naturaleza.

Pero muchas cosas interesantes tuvieron lugar en los últimos cuarenta años y, como consecuencia de todas esas cosas interesantes llegue a la conclusión de que los agujeros negros no son el fenómeno cosmológico más fascinante de la naturaleza.

Para mí, el fenómeno cosmológico más fascinante de la naturaleza es... La Consciencia.

XII.1.- La Información (La Realidad) - La Consciencia (El Ser) - El Conocimiento (El Saber)

El resultado final del fenómeno cosmológico conocido como los agujeros negros es la formación de una singularidad cuántica.


Una singularidad cuántica es algo cuya naturaleza nos es, hasta la fecha, totalmente desconocida. Se le llama singularidad porque es adimensional, es decir que no existe en nuestro sistema tridimensional de coordenadas X, Y, Z. Esta naturaleza adimensional es la causa de la paradoja de la pérdida de la información, la cual contraviene el determinismo cuántico y su ley de la conservación de la información.

Pues bien, con la Conciencia tiene lugar un fenómeno similar.

Cada Homo sapiens es un ser consciente y que, por ser único en sí mismo, tiene una naturaleza idéntica a la de las singularidades cuánticas.


Nuestra mente, nuestra consciencia, no pertenece al sistema tridimensional de coordenadas X, Y, Z. Simplemente es algo que existe, es algo adimensional. Es algo totalmente fuera del mundo corpóreo que estamos acostumbrados a ver, sentir, oler, saborear y escuchar.

La Existencia (El Espacio - El Tiempo)

Es obvio que, en la actualidad, muy pocos fieles católicos conciben y comparten la cosmovisión del Papa Julio II [37] y que fue plasmada magistralmente por Miguel Ángel en techo de la Capilla Sixtina. 

Sin embargo, la teoría de la Gran Explosión, que formulara Lemaître [38], pareciera estar inspirada en la cosmovisión de hace dos mil años de Juan 1, 1-5 – “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.”

Según la Ley de la Conservación de la Información, un principio de la física que estipula que la información no se crea ni se destruye, ya que según la Mecánica Cuántica, toda la “Información” de un Sistema está codificada en su Función de Onda y persiste aún cuando esta Colapsa, en otras palabras, la información sobre el estado de un sistema físico se conserva a lo largo del tiempo, incluso si este experimenta cambios.

Los físicos se preguntan que había antes del Big Bang, pues bien, basado en la Ley de la Conservación de la Información y después de leer y analizar a Juan 1, 1-5, llego a la conclusión de que lo que había antes del Big Bang era "Información". La "Información" es lo que le permitió a la materia organizarse de la manera en que lo hizo. En realidad todo es "Información", nosotros somos información, ya que nuestro ADN es "Información". Todo en el Universo es "Información".

"Información" es lo que había antes del Big Bang, si no hubiese habido "Información" el universo no sería como es y si Dios es "Información", y nosotros somos "Información", entonces nosotros fuimos hechos a semejanza de Dios.

Génesis 1, 27 - Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.

Todos los agujeros negros son singularidades y la paradoja cuántica que los cubre consiste en que apesar de ser adimensionales, a pesar de no existir dentro de nuestro universo tridimensional, se manifiestan dentro de nuestra existencia cósmica.

La ciencia ficción tiende a crear quimeras que, con un poco de ingenio algebraico, con facilidad pueden conducir a las ideas por rumbos sumamente intrincados y fantasiosos. Es así como surgen las ideas de los agujeros blancos y de los túneles de gusanos. De lo que sí se tiene cierta certidumbre es que cada agujero negro es una imponderable singularidad cuántica con su correspondiente distorsión espacio-tiempo.

¿Qué tan grande son esas distorsiones del espacio-tiempo? Nadie lo sabe, a la fecha no se pueden medir en términos que resulten comprensibles al ser humano. Después de todo, si la densidad tiende al infinito, pues la distorsión espacio-tiempo también lo hará. 

Una de las posibilidades es que las distorsiones del espacio-tiempo sean tan grandes, pero tan grandes, pero ayúdenme a decir tan grandes, que al final todas las singularidades cuánticas podrían coincidir en un mismo punto de la continuidad espacio-tiempo, es decir, nada más y nada menos que en el punto y momento en que tuvo lugar el mismísimo Big Bang.

Esto abre la posibilidad de que eventualmente se pueda alcanzar lo que podría llamarse masa crítica y que, el evento cero, el Big Bang, vuelva a ocurrir. Sin dejar de ser, por ello y a pesar de ello, el evento cero, con todas las consecuencias del caso.

Pero nuevamente, esta idea no es más que una fantasía muy interesante, que nadie tiene la capacidad de demostrar, pero que tampoco nadie tiene la capacidad de contradecir. Quizás alguien alguna vez se aventure a hacer el ejercicio algebraico, después de todo la ciencia ficción también es una mercancía que tiene mercado.

Pero el punto que quiero abordar es el concepto de realidad y para ello parafraseamos el principio de parsimonia de friar Wilhem von Ockham y lo adaptamos: En iguales condiciones, todas las distorsiones espacio-tiempo, son únicas e irrepetibles, todas y cada una de ellas constituyen una singularidad cuántica.

Ahora bien, si aceptamos como verdad que nuestra mente, que nuestra consciencia, no pertenece al sistema tridimensional de coordenadas X, Y, Z, que es simplemente algo que existe, que es algo adimensional, entonces cada individuo es, per se, también una suerte de singularidad cuántica.

Todos compartimos las mismas experiencias, todos compartimos la misma información, todos compartimos los mismos convencionalismos que son considerados conocimiento acumulado, pero cada quien hace una interpretación muy personal de la realidad, y cada interpretación es un evento totalmente subjetivo dentro de la objetividad que nos rodea. 

Al final, lo simple y lo complejo es una función de la cantidad y calidad de información con que cuentan los individuos y de la interpretación que hagan de dicha información. 

Es por eso que la realidad es algo más que un promedio, es una singularidad cuántica virtual, que hace de una tendencia central una suerte centro de gravedad, alrededor de la cual se acomodan todas las interpretaciones de cada una de las singularidades cuánticas que forman parte del sistema.


Todas estas complicaciones de la metafísica cuántica iniciaron en 1905, con el artículo de Albert Einstein - Un punto de vista heurístico sobre la producción y transformación de luz. En lenguaje comprensible – el efecto fotoeléctrico, trabajo por el cual recibiera el Premio Nobel de física en 1921.


Gracias al efecto fotoeléctrico tiene lugar el proceso químico más complejo que usted, amigo lector, se pueda imaginar y, lo más impresionante de todo es que, este proceso químico no requiere de calderas, válvulas, termómetros, manómetros, digestores y ni de obreros. Me refiero a la nunca bien ponderada fotosíntesis.

La fotosíntesis es un milagro cotidiano, continuo y cuántico, tan cotidiano y tan continuo que está a la vista de todos y, a pesar de ello, a la gran mayoría de los Homo sapiens les resulta imposible tomar consciencia de su existencia y su crucial importancia. No le asignan el valor que merece por tratarse de un fenómeno que nuestros sentidos no perciben, sin tomar en cuenta que se trata de un evento cósmico y terrenalmente cuántico al mismo tiempo.


La fotosíntesis tiene lugar en las hojas de las plantas, en pequeñas láminas saturadas de clorofila con un espesor de apenas 0.08 y 0.11 mm (de 0,003 a 0,004”). Es el único fenómeno natural capaz de permitirle al Homo sapiens poder compensar, casi a perpetuidad, el constante incremento de la entropía que implica la satisfacción de sus necesidades.

Además de lo anterior, es gracias al efecto fotoeléctrico que el Homo sapiens ahora es capaz de obtener energía eléctrica por medio de paneles fotovoltaicos.

Einstein descubrió el efecto fotoeléctrico, pero no llegó a comprenderlo y es por eso que en su momento dijo: el azar no existe, Dios no juega a los dados con el universo. 

Muchos años después, Stephen Hawking diría: Dios no sólo juega a los dados con el universo, a veces los arroja en donde no podemos verlos [39].

El concepto de realidad virtual surge al observar dos partículas que se mueven a la velocidad de la luz y que, en determinado momento, chocan, produciendo fenómenos que, en dependencia del diseño experimental, van mucho más lejos que el efecto fotoeléctrico de Einstein.


En un instante de tan sólo t < 10−43s
(tiempo menor que 0.00000000000000000000000000000000000000000001 segundos)

Es el lapso de tiempo más pequeño que la ciencia ha logrado hasta la fecha medir, esas dos partículas, contrario a la física newtoniana, comparten un mismo sitio en la continuidad espacio-tiempo, ya que en ese instante dejan de ser lo que son y se tornan en algo que no existe en nuestro sistema tridimensional de coordenadas X, Y, Z, es algo que sólo existe virtualmente y que sólo existe en ese brevísimo lapso de tiempo. Ocurrido el evento, ambas partículas continúan su trayecto, pero el observador se queda con la duda y se hace las siguientes preguntas: ¿son las mismas partículas? ¿son otras partículas totalmente diferentes? ¿y si las unas se convirtieron en las otras? Los instrumentos de medición no pueden responder a estas preguntas con absoluta certeza. 

Pues bien:

El Big Bang, La Creación, tuvo lugar en un lapso de tiempo infinitamente menor y en ese minúsculo tiempo fueron creados El Espacio, El Tiempo, La Gravedad, las Leyes de la Física Relativista, de la Física Cuántica, de la Química, de la Biología, de la Genética, de la Selección Natural y de todo aquello que aún nos queda por conocer y aprender. De ahí en adelante La Información simplemente hizo su trabajo.

Es imposible saber si todas las distorsiones espacio-tiempo de las singularidades que hay en el centro de cada galaxia coinciden en algún punto de la continuidad espacio-tiempo, pero sí tenemos la certeza de que cada singularidad humana coincide en una misma calle, ciudad, país, región y planeta y que, por ser seres sociales, compartimos nuestras vivencias.

La Consciencia, esa singularidad cuántica virtual que todos aceptamos como verdad a través de un comunitario y tácito consenso, no es más que un convencionalismo basado en el sentido común, el cual a su vez resulta del conocimiento acumulado. Sabemos que existe, pero también sabemos que no pertenece al sistema tridimensional de coordenadas X, Y, Z. Es por eso que, para el autor, el fenómeno cosmológico más fascinante de la naturaleza no son los agujeros negros, sino la Consciencia del Homo sapiens.

Y, como parte de intrínseca de la consciencia, se destaca La Moral.

XII.2.- La Moral

La moral, al contrario de lo que muchos creen, no es un sistema de premios y castigos. La moral es un conjunto de valores intangibles que tienen la función de crear un algoritmo que permite a los individuos tomar las decisiones en función de sus necesidades, las de la especie, las de la civilización y del ecosistema.


Ego recordor… ¡Ergo vivo!

La consciencia es una condición necesaria en todo lo relacionado con el “ser”, pero es insuficiente.

La memoria permite condicionar la existencia en dependencia de las consecuencias de las decisiones tomadas.

La existencia, el ser, termina de conformarse con la capacidad del Homo sapiens de recordar. Gracias a la capacidad de recordar es que la existencia, “el ser”, se torna un fenómeno dinámico, es lo que permite la naturaleza lineal de la existencia, ningún evento será idéntico a uno anterior o a uno posterior.


Cada decisión, y sus consecuencias, constituyen una singularidad existencial que sólo es posible apreciar gracias a la memoria. Sin la capacidad de recordar, el Homo sapiens no podría diferenciar los eventos y, es casualmente, esta capacidad, la que crea la sensación de la existencia del fenómeno al cual solemos llamar “Tiempo”.

La naturaleza adimensional de las singularidades cuánticas es la causa de la paradoja de la pérdida de la información, la cual contraviene el determinismo cuántico y su ley de la conservación de la información. En este caso la información son los recuerdos.

Ahora bien, la naturaleza adimensional de las singularidades existencialistas nos es aún más desconocida que la naturaleza de las singularidades cuánticas, en consecuencia, cualquier cosa que expresemos al respecto sería una descabellada especulación.

Pero si los físicos se aferran al determinismo cuántico y su ley de la conservación de la información, el autor se aferra a la vida del mundo futuro de su credo y, por lo tanto, los recuerdos inevitablemente serán parte de esa vida del mundo futuro.


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