Este sitio utiliza cookies para mejorar su experiencia. Esperamos que nuestro contenido sea de su total aprobación. Si continúa con la navegación asumiremos que acepta este uso. Agradecemos su confianza.
Nuestro propósito es el de contribuir con los escritores de la Nicaragua contemporánea mediante la divulgación de su obra y, de paso, satisfacer las inquietudes literarias de nuestros colaboradores y lectores.
Cuando salí del Chiriquí, un día antes de la toma del Comando y de la cárcel La 21, saliste a despedirme a la orilla de la carretera, bajo aquel árbol de Chilamate.
Llegaste con Pável y Alexander, nuestros hijos.
Como si fuera hoy recuerdo aquel beso, no sé si salado o amargo, pero no fue como aquel que me diste el 7 de mayo de 1972 cuando nos casamos.
No te reprocho en ningún momento, el sabor de aquel beso, porque no eran frialdad ni desamor sino que eran lágrimas que brotaban de tus ojos.
Carmen, tus lágrimas, tu mirada y los aviones lanzando cohetes sobre León —por el barrio Guadalupe— por poco hacen que me quede, pero nos despedimos.
Para mí fue duro irme sin volver a verte, por última vez, quizás.
Ahora veo que eso fue lo que pensaste y por eso llorabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario