Escritos en Nicaragua presenta a |
El arte es asombrado con sentido
| Soy cantor de lo eterno, hijo del silencio, heredero de mitos y leyendas. Mi palabra no nace: resucita. Es lanza y arpa, es cetro de emperadores olvidados, canto que en Troya ardió con las hogueras y en el Sinaí escuchó relámpagos. Entre las columnas de Tebas y los laberintos de Creta mis versos se tienden como puentes, hablan con esfinges y oráculos, con la sangre aún húmeda de las guerras homéricas, con la fragancia del incienso que en Jerusalén se ofrecía al dios oculto. En mí canta también la ciencia, el pulso exacto de Copérnico, la duda de Descartes, la risa enloquecida de Nietzsche, el vértigo cuántico que en sus danzas niega la estabilidad de la materia. El arte, en mí, es espada y oráculo: un relámpago que hiere la tiniebla. Y si la música del verso es disciplina, yo he conquistado la forma como guerrero de métrica, he levantado columnas de rima como templos en los que resuena el trueno. Pero —como Picasso que destruye el canon para erigir un nuevo universo— muestro mi conquista en piedra, y enseguida la rompo con un golpe de genio: Soneto del espejo ardiente Soy voz tallada en mármol de destino, eco que danza en péndulos de cielo, luz que en la sombra enciende su consuelo y en cada herida funda su camino. Bebo del caos su orden cristalino, tejo del viento un numen sin desvelo que hasta los dioses, mudos en su anhelo, me abren sus labios con fervor divino. Si el arte es llama, yo lo soy en fuego; si es geometría, yo sostengo el vuelo; si es mar sin bordes, soy su fiel sosiego. Pues soy poeta, herrero del anhelo, y en cada verso que mi ser despliego un homenaje se me rinde al cielo. Ese es mi triunfo: La forma dominada, a música sometida a mi cadencia, la rima convertida en lanza y en bandera. Pero no me detengo en la torre de marfil. Camino entre los hombres: Con Moctezuma en sus templos, con Sócrates en su copa de silencio, con Juana de Arco en su hoguera, y con Hidalgo en su campana de justicia. La historia es mi ejército, la poesía mi reino. No hay siglo que no tiemble en mis palabras, no hay héroe que no marche en mis estrofas. Y cuando al fin mi canto se escuche en las plazas de los pueblos y en los altares del tiempo, la humanidad sabrá que en mi voz el arte no es ornamento, sino destino revelado, asombro con sentido. |


3 comentarios:
Excelente demostración poética.
Me han gustado tus poemas, en una época en donde el verso libre predomina escribir de esa manera le da un toque de originalidad.
¡Bravo muchacho! Por tu hermosa oda a la poesía.
Qué sería la vida de los literatos romances, sin nuestra bella y romántica lengua castellana?
Unos huérfanos sin lengua Madre.
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