martes, 26 de agosto de 2025

Aun no soy verbo

Escritos en Nicaragua
presenta a




Aun no soy verbo
(El oficio que no se presume)

No se elige ser poeta: se padece,
pues el cantar le nace como herida.
Renuncia a las simpleza de la vida
por una voz que nunca lo obedece.

Quien nace para el canto lo presiente
antes de que su voz tenga sonido,
y carga con un fuego no elegido,
una misión sagrada y persistente.

No es poeta el que escribe sin mesura,
ni el que al azar encadena su lamento;
la rima es ciencia, fuego, fundamento,
no errática emoción sin compostura.

Muchos se dan el nombre sin derecho,
sin rima, sin cadencia, sin respeto;
confunden el sentir con el soneto
y el grito sin control con el provecho.

Poeta es quien al verbo da estructura,
quien forja con metrónomo el aliento,
quien pule cada acento y cada intento
hasta alcanzar la música más pura.

El verbo no se encuentra: se construye
con lágrimas, con ritmo y disciplina.
la métrica es el camino, no rutina,
y el arte no perdona al que no fluye.

La forma no es prisión: es arquitectura,
es cúpula de luz que el ritmo alzara,
es puente donde el arte se declarara
y estatua que resiste la ruptura.

No hay fondo sin la exacta vestidura,
ni llama que sin orden se encendiera;
la forma es el altar de la manera,
y el verso, su liturgia más segura.

No nace en una noche el que es poeta,
ni basta con sentir para que hable.
El arte exige un pulso inquebrantable
y un alma que en silencio se someta.

No duerme como duerme el escritor,
ni escribe como escribe el que se excusa;
su frente está marcada por la musa
y en su pensar reposa el resplandor.

Escribo desde antaño en el abismo,
lejos del ojo vano y su exigencia;
sin nombre, sin padrinos, sin presencia,
puliendo en soledad mi catecismo.

La rima fue mi escudo y mi bautismo,
mi estrofa, una oración sin indulgencia,
y así logré alcanzar la consistencia
del verso que trasciende el espejismo.

No fui leído, y seré, sin ser notado,
más clásico que aquellos en vitrinas;
sin premios, sin diploma, sin rutinas,
logré que el verbo ardiera en su costado.

Guardé mis manuscritos con recelo,
como quien cuida un templo en su retiro;
no era el tiempo de alzarlos al suspiro,
pues faltaba dolor para su anhelo.

Hoy muestro mi palabra contenida,
que por años dormía entre papiros;
la ofrezco a mi hija, libre de suspiros,
como herencia forjada por la vida.

Que lea en cada estrofa mi constancia,
que entienda que este arte fue mi guerra,
que el verso fue la espada de esta tierra
donde sembré mi alma en la distancia.

Que sepa que no hubo circunstancia
ni un día sin dolor o sin espera,
que el canto es una herida verdadera
que a veces da sentido a la fragancia.

Mi verso no es espejo ni es parnaso
para inflar con su nombre las canciones,
sino puente de antiguas emociones
que al alma universal rinde su ocaso.

Se educa con abismo compartido,
y el arte es mi condena y mi presente.
no hay aula que lo forme plenamente,
ni técnica que logre su latido.

Mi arte es una estrella submarina
que al fin rompe el mar ya consagrado,
su luz no pide aplauso ni doctrina,
sólo un alma que escuche su legado.

******
Más publicaciones
de
Lester J.
Rodríguez Ojeda
(pulse aquí)

******
Escritos en Nicaragua

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La poesía nicaragüense sigue viva 🙌

Anónimo dijo...

Asombroso